miércoles, 14 de julio de 2021

Rebelión en la granja



Este libro va de unos animalitos que, hartos de la opresión a la que los somete el granjero y por extensión toda la especie humana, montan una Revolución. Echan al granjero de su granja y deciden autogobernarse en libertad. Los cerdos, que además de tener unas patas sabrosísimas son muy listos, dirigen la Revolución y serán ellos quienes con su sabio criterio, repartan la comida al resto de animales que trabajarán de sol a sol en el campo, para entregar a los cerdos toda su producción. Nadie poseerá nada (excepto los cerdos), todo será de todos (bueno, será de los cerdos que con su benevolencia darán a cada cual lo que necesite) y no habrá leyes impuestas por ningún granjero humano (serán impuestas por los cerdos, pero sólo para garantizar que después de haber satisfecho sus propias necesidades, el resto será repartido de manera ecuánime entre los demás animales


Pero las cosas se tuercen cuando los cerdos descubren que no tienen la menor idea de cómo se gobierna una granja, ni de lo que hay que hacer para que ésta produzca alimentos. La comida comienza a escasear y los demás animales a dudar de la bondad y sabiduría de los cerdos, aunque puede que ya sea tarde…


Lo dicho, este libro va de unos animalitos, cualquier parecido con sistemas políticos que han fracasado una y otra vez a lo largo de la historia, es pura coincidencia.



“Una furibunda diatriba contra el totalitarismo y un lúcido examen de las manipulaciones que sufre la verdad histórica en los momentos de transformación política”



“Nunca hagáis caso cuando os digan que el Hombre y los animales tienen intereses comunes, que la prosperidad de uno es también la de los otros. Son mentiras”



“Los cerdos en verdad no trabajaban, pero dirigían y supervisaban a los demás. A causa de sus conocimientos superiores, era natural que ellos asumieran el mando”

El problema es que los conocimientos superiores son únicamente avalados por la palabra de los propios cerdos, que nunca estudiaron ni nada parecido, pero dicen tener conocimientos superiores a los demás. ¿De dónde salen esos conocimientos? se preguntarán algunos… de nuestra condición de cerdos, responderán los cerdos.



“Nuestro único objeto al comer estos alimentos es preservar nuestra salud, está demostrado que estos alimentos contienen substancias absolutamente necesarias para la salud del cerdo. Nosotros, los cerdos, trabajamos con el cerebro. Toda la administración y organización de esta granja depende de nosotros. Día y noche estamos velando por vuestra felicidad, por vuestro bien tomamos esa leche y comemos esas manzanas”

Cuando la comida escasea, el que parte y reparte se queda con la mejor parte, eso los cerdos lo saben muy bien.



“Cuando algo andaba mal se hizo habitual atribuírselo siempre a Snowball"


"Porque tenemos motivos para creer que algunos agentes secretos de Snowball están entre nosotros y al acecho en este momento”

Siempre hay algún enemigo de los cerdos que se empeña en hacerles la vida imposible, envidioso seguramente de la gran calidad de vida que disfrutan aquellos que son gobernados por cerdos. Y ese enemigo es al que se echa siempre la culpa de todo.



“Algunos animales recordaron, o creyeron recordar, que el sexto mandamiento decretaba: ningún animal matará a otro animal… se tenía la sensación de que las matanzas que habían tenido lugar no concordaban con aquello”



“Se le nombraba siempre en forma ceremoniosa como “nuestro Líder, camarada Napoleón” y a los cerdos les gustaba inventar para él títulos como “Padre de todos los animales", “Terror de la humanidad”, “Protector del rebaño de ovejas”, “Amigo de los patitos” y otros por el estilo”

Otra afición archiconocida de los cerdos es poner nombrecitos cursis y benevolentes al cerdo tirano de turno.



“Pero Squealer logró convencerlos de que sus recuerdos estaban equivocados”

¿Vas a saber más tú lo que te conviene que un cerdo? vamos hombre.



“Ciertamente, fue necesario hacer un reajuste de las raciones. Squealer siempre mencionaba esto como reajuste, nunca como reducción”



“Pero si bien no faltaban penurias que aguantar, en parte estaban compensadas por el hecho de que la vida tenía mayor dignidad que antes. Había más canciones, más discursos, más desfiles”

En mi casa no comemos, pero nos reímos mucho. Y si encima desfilamos, pues ya es el acabose.



En la Granja de los Animales, dirigida y gobernada por los cerdos, todo el mundo tiene derecho a la vida… mientras sea capaz de producir el alimento que consumen los cerdos. La jubilación es una de las eternas promesas que nunca se cumplen en las sociedades porcinas, y si no que se lo digan al viejo Bóxer.



“La verdadera felicidad, dijo él, consistía en trabajar mucho y vivir frugalmente. De algún modo parecía como si la granja se hubiera enriquecido sin enriquecer a los animales mismos, exceptuando, naturalmente, a los cerdos y a los perros. De cualquier manera, ni los cerdos ni los perros producían nada comestible mediante su propio trabajo; eran muchos y siempre tenían buen apetito”



“Allí no había nada excepto un solo Mandamiento que decía: TODOS LOS ANIMALES SON IGUALES, PERO ALGUNOS ANIMALES SON MÁS IGUALES QUE OTROS”

Adivine el lector quienes son los animales iguales, igualísimos y más iguales que nadie.



“Los animales asombrados pasaron su mirada del cerdo al hombre y del hombre al cerdo, y nuevamente del cerdo al hombre, pero ya era imposible distinguir quién era uno y quién era otro”

Y eso que el cerdo era el que les iba a librar a todos de la opresión del hombre. Vivir para ver.