martes, 27 de noviembre de 2012

La mandolina del capitán Corelli


“Si se toca fuerte suena marcial y hosco, un acorde para guerrileros y partisanos. Pero si se acaricia es un acorde de infinita y anhelante melancolía. Pelagia está triste, yo toco un acorde de re menor”
 
 
 
“La mandolina del capitán Corelli” es un libro agridulce, y sin duda uno de los más bellos que he leído nunca. Tiene momentos tiernos, divertidos y durísimos. Habla de la guerra y del amor, de la inocencia, de la esperanza, de la invasión y la resistencia, de los seres humanos de todo tipo, y de cómo se adaptan para convivir en situaciones difíciles. Y sobre todo habla de música, de LA MÚSICA. Todo un cocktel de emociones en compañía del capitán Corelli, de Pelagia y de muchos otros personajes, tan difíciles a veces como entrañables. Por favor, olvídense de la horrorosa película que protagonizaron Penélope Cruz y Nicolas Cage, presuntamente basada en esta novela. Odio el cine holliwoodiense, pero es que se lo ganan a pulso.

Y después de respirar hondo, disfrutemos de algunas de las perlitas literarias de la pequeña gran obra de arte que es este libro de Louis de Bernières.

Descubrimiento de una oreja:
“... se había visto obligado a gritar su encargo al oído de la muchacha, comprobando en ese preciso instante que se trataba de una espléndida y atractiva oreja juvenil, que clamaba a voces ser mordisqueada de noche bajo un árbol en una calle oscura.”

Hablemos de amor:
“Sin embargo, mirando aquel cuerpo pálido, ensangrentado, desvalido como un gusano, supo que no era precisamente un cuerpo lo que uno amaba.”

“Eso sólo es enamoramiento, cosa que puede pasarle a cualquier idiota. El amor propiamente dicho es lo que queda cuando el enamoramiento se extingue, lo cual es un arte y tambien un afortunado accidente”


Y cómo no, hablemos también de guerra. Palabras de un capitán ficticio, pero capitán al fin y al cabo, haciendo toda una declaración de intenciones:
“La guerra es estupenda hasta que alguien muere. La guerra es una cosa maravillosa. En película y en los libros”

La sabiduría de Pelagia:
“... la convicción de Pelagia de que los hombres no saben distinguir entre valentía y falta de sentido común”

Qué grande y qué listo  es Antonio Corelli hablando de política:
“Lo trágico radicaba en que éste era un paso más en el aciago camino que estaba convirtiendo al comunismo en la Mayor y Mas Humana Ideología Jamás Puesta en Práctica Incluso Cuando Estaba en el Poder, o quizá La Más Noble Causa que Haya Atraído Jamás el Mayor Número de Gamberros y Oportunistas.”

Y he dejado lo mejor para el final. Cuando el ejército italiano invade Cefalonia, la hermosa y cándida isla griega, a sus habitantes les sienta como una patada y se resisten a ello. Pero la invasión se hace larga, los italianos tambien son humanos y los griegos bastante pacíficos, tanto que a veces los papeles entre ellos se confunden. Pelagia es griega, Corelli es italiano, se conocen, se odian, se recelan, comparten casa por obligación junto al doctor Iannis, se dan cuenta de que tienen cosas en común, Corelli deleita a Pelagia y al doctor con un concierto para mandolina tras cuarenta y cinco compases y medio de espera, Pelagia empieza a sentir simpatía por el zumbado y noble Antonio, un día salen los dos juntos a buscar caracoles y pasa esto:
“Tomó dulcemente..........................”

mmmm, me lo he pensado mejor y no voy a destripar el que creo que es el fragmento más bello del libro. Prefiero dejar con la curiosidad al lector interesado, creo que estas dos frases se disfrutan más si ya has conocido durante páginas a Pelagia y a Corelli. Ya me contaréis si tengo razón ;-)

Por cierto, el libro está descatalogado desde hace tiempo, me ha costado dios y ayuda comprarlo de segunda mano. Es una buena excusa para visitar la Biblioteca Pública que os quede más cerca y cogerlo en préstamo ¿no?
 
Una preciosa mandolina



domingo, 4 de noviembre de 2012

En el país de la nube blanca





En el siglo XIX era muy común que jóvenes muchachas europeas emigraran a Nueva Zelanda para casarse con un hombre desconocido, con el que sólo habían intercambiado algunas cartas. Total, como dice una de las protagonistas, en Inglaterra también les aguardaba un matrimonio sin amor, así que las más inconformistas o las más descontentas con su situación en Europa, se lanzaban a la aventura. Al fin y al cabo, Nueva Zelanda necesitaba mujeres en edad de procrear, y ellas necesitaban un marido.  ¡Así era el siglo XIX, chicas!

El intercambio epistolar lo gestionaban las esposas de sendos reverendos protestantes, uno en Inglaterra y otro en Nueva Zelanda y eran ellas quienes elegían al azar qué pretendiente se asignaba a cada mujer interesada en el tema. Como es de suponer, no todas corrían la misma suerte, y lo que se encontraban allí después de tres meses de viaje en barco, en ocasiones era bien distinto a lo que esperaban.

Fotograma de la película "El Piano"
Por otra parte, los colonos afincados en Nueva Zelanda también necesitaban sirvientas, y la brillante idea de las señoras reverendas fue enviar  para tal cometido a niñas de los orfanatos. Así se ahorraban alimentarlas, y la suerte que corrieran las pequeñas en las antípodas les importaba un pito, ellas las metían en el barco y adiós. Si es que no idearán cosa buena...

Esta es la historia de Godewind, Helen y las seis pupilas de esta última, contada de manera impecable por Sarah Lark. El libro se lee de un tirón, y a mí me recuerda mucho a la película “El piano”, aquella que escribió y dirigió Jane Campion en los años 90 y que se llevó varios Oscars.

He echado de menos más referencias a la cultura maorí, pero puesto que la historia va de los colonos europeos, espero que en la segunda y tercera parte de la trilogía (“La canción de los maoríes” y “El grito de los kiwis”) se remedie tal carencia. Y si son como la primera, desde luego aparecerán por este blog, prometido.

Paisaje de Nueva Zelanda, con sus nubes blancas