domingo, 21 de octubre de 2012

En el poder y en la enfermedad

“Este libro ofrece testimonios convincentes de que el curso de la historia ha cambiado una y otra vez como consecuencia de la mala salud de los líderes mundiales”
Daniel Finkelstein, en The Times.




Y básicamente el libro trata este tema, la mala salud de los hombres y mujeres que han dirigido el mundo durante el siglo XX y parte del XXI. Han tomado decisiones que provocaron o evitaron guerras, han hecho frente a revoluciones, se han mantenido en el poder o lo han abandonado, han hecho públicas sus dolencias o las han llevado con el máximo de los secretos, han buscado y no siempre encontrado la complicidad de sus médicos a la hora de “disfrazar” los datos acerca de su salud. Todo ello aquejados de terribles dolencias físicas o psicológicas, y sufriendo tratamientos muchas veces dolorosos, que no siempre dejaban intacta su capacidad de pensar y decidir con objetividad y buen criterio. Así ha ido el mundo...

He de decir que si no te interesa mucho el tema, el libro es árduo y está plagado de datos médicos y políticos, no siempre fáciles de aismilar para el profano. Su autor, David Owen, ejerció la medicina además de ser, en los años setenta Ministro de Sanidad primero y después de Asuntos Exteriores del gobierno de Gran Bretaña. Quién mejor para hablar de las enfermedades de los políticos de la época.


John F. y Jackie
Resulta llamativo el caso de John Fitzgerald Kennedy, sí, ese senador sonrosado y sanote que se casó con la guapa Jacqueline y llegó a presidente de los Estados Unidos. Aquejado de graves enfermedades desde que era prácticamente un bebé, ya en su juventud maquilló su expediente médico para poder alistarse en el ejército, y no dejó de paceder en su vida todo tipo de dolencias, algunas de ellas altamente incapacitantes, como el hipoadrenalismo y la enfermedad de Addison. Por si fuera poco, en 1943 sufrió un accidente marítimo en el que su espalda quedó gravemente lesionada, provocándole dolores que iban en aumento con los años. Es de imaginar la gran cantidad de medicación que tuvo que tomar durante toda su vida, con los efectos secundarios que esto conlleva.

A Kennedy parece ser que no le bastaba con su medicación, puesto que hay constancia de que además experimentó con drogas “recreativas”: cocaína, marihuana y LSD. Y por supuesto, su desenfreno sexual tampoco ayudaba. Mientras que su relación con Marilyn Monroe fue de dominio público y aceptada sin problemas por la inmensa mayoría de los ciudadanos, hubo dos relaciones en concreto que preocuparon seriamente a sus asesores: una de ellas con la “amiguita” de un capo de la mafia y otra con una mujer sospechosa de ser una espía de la Alemania Oriental. Y todo eso mientras tomaba decisiones de las que dependía el mundo entero. Las dos crisis polítcas más serias de su carrera, Bahía de Cochinos y la Crisis de los Misiles Rusos en Cuba, las enfrentó coincidiendo con graves recaídas en su estado de salud, y aunque salió airoso de la crisis de los misiles, Bahía de Cochinos fue un auténtico desastre, del que el Presidente estuvo avergonzándose durante años.

Kennedy como presidente, fue una bomba de relojería, podría haber pasado cualquier cosa durante su mandato mientras tanto él como sus asesores, se esforzaban en ofrecer al mundo la imagen de un hombre sano, felizmente casado y padre de familia. Pero los pobres asesores debían de estar hasta las narices. No es de extrañar que exista la leyenda negra de que Lee Harvey Oswald, el hombre que le disparó en Dallas y que luego fue a su vez asesinado, no era más que un sicario del propio gobierno de los Estados Unidos.

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