martes, 15 de octubre de 2013

Vita brevis


"No vivimos eternamente, Aurelio. Eso significa que debemos aprovechar los días que nos son entregados."

Recuerdo que de niña, las monjas de mi colegio alababan a Santa Mónica porque a base de rezar por su hijo había logrado su conversión. Y en este pequeño libro, Floria Emilia nos recuerda en qué lo convirtió. Desde que lo leí, le cogí una manía a Santa Mónica que no puedo con ella, la veo como una madre posesiva y rencorosa, corroída por la envidia del amor que disfrutaban su hijo y Floria, y que seguramente ella no disfrutó con nadie (¿cómo tuvo a su hijo? ¡ah! no se sabe). Es imposible que una madre que ama a su hijo quiera apartarlo de aquellos a quienes ama él, que no me vengan con cuentos. Santa Mónica pasó a ser junto con San Cirilo, el obispo que hizo liquidar a mi querida Hipatia, una santa repugnante para mí. Ya no se puede una fiar ni de las canonizaciones.

El prólogo del autor a esta obra, es lo nunca visto. No sé si lo que cuenta es cierto o ficticio, pero sí parece cierto que Floria Emilia existió; que fue la amante de un estudiante llamado Aurelio, el futuro San Agustín; que convivieron dos años como pareja y tuvieron un hijo, Adeodato. Así que el prólogo de Gaarder es perfectamente creíble y para mí tan cierto como que ahora mismo el sol está en el cielo (excepción: si lees esto de noche).

Un librito corto, intenso y  más que recomendable para los amantes de la historia, de la literatura y de las mujeres pioneras que se enfrentaron a lo que hiciera falta para defenderse. Un gran libro. Os dejo algunas perlas extraídas de él.

"Pero no reparas en esto como algo bueno y hermoso, enseguida vuelves a lamentarte porque haya nacido en delito y haya sido concebido en pecado. O en amor, Honorable Obispo, un niño es concebido en amor, tan hermosa y sabiamente ha organizado Dios el mundo, haciendo que no se conciba por gemación.
                               
No me digas que para ti yo era sólo un cuerpo de mujer. Sabes que eso no es verdad. ¿Cómo puedes discernir entre cuerpo y alma? ¿No es eso alterar la obra de la creación de Dios? Cuando me rasgabas con afiladas caricias también desgarrabas mi alma, fiera desleal.

No evitas confesar tu arrepentimiento por nuestro amor carnal, vale, pero no olvides que yo era además tu mejor amiga. Insinúas que tan bajo descendiste que llegaste a cultivar la amistad de una mujer. Tu pecado más infame era que amabas también el alma de Eva."

Aurelio,  el futuro San Agustín
Y ahí le duele al cabroncete del ex-Aurelio, Obispo de Hipona y futuro santo. Ahí le duele porque su mamá y su Dios pudieron apartarlo del cuerpo de Floria, de su vida, de su hijo, pero de la brillante mente de Floria no lo pudo apartar ni Dios, nunca mejor dicho. Aurelio la admiró, la amó con veneración, y eso no tiene nada de carnal y además no se borra nunca por mucho que uno se santifique. Ajo y agua, San Agus. Por cierto, me encanta lo de fiera desleal, no se le puede describir mejor.

"Pero luego me vendiste a cambio de la salvacion de tu alma. ¡Qué traición, Aurelio, qué traición! No, yo no creo en un Dios que exige sacrificios humanos. No creo en un Dios que destroza la vida de una mujer con el fin de salvar el alma de un hombre."

Y sin embargo Floria creía en Dios, no deja de hablar en ningún momento por la boca de una creyente. Hay que reconocer, sin embargo, que con un Dios así te lo ponen difícil... ya lo diría Cioran algunos siglos después cuando naciera y se pusiera a pensar.

"Me decepciona que no digas ni una sola palabra sobre lo que sentiste y pensaste al comprobar que tu madre, sin tu consentimiento, me había separado de ti y de Adeodato."


Calzonazos... con lo que yo te quise... y no eres capaz de levantar la cabeza delante de tu madre y decirle que NO a sus absurdas órdenes acerca de TU VIDA. Anda que si lo llego a saber... perdón, yo estaba hablando de Floria Emilia ¿verdad? ;-)

Santa Mónica

“Dame la Castidad y la Continencia pero no ahora. Temía que respondieras de inmediato a mi petición y me sanaras demasiado pronto de mi concupiscencia, que yo quería satisfacer más que apagar”

Esto lo dijo San Agustín, ya convertido en cristiano, católico, apostólico y obispo. ¿Guasa y recochineo? pues parece ser que no, que el tío con toda su filosofía agustiniana lo decía en serio. Bueno, así cualquiera. Lástima que su madre ya hubiera muerto y yo no hubiera nacido cuando estas sentencias se publicaron en sus “Confesiones”, me habría gustado ver la cara de la supersanta-conversora al leerlas.

"En mi opinión no es más que soberbia el rechazar esta vida, con todos sus placeres terrenales, en favor de una existencia que quizá no sea más que una abstracción.

¿Recuerdas que me golpeaste porque te habías dejado tentar por mi ternura? Sobre mí recayó la culpa de tu deseo.

Tengo miedo Aurelio, tengo miedo de lo que puedan llegar a hacer algún día los hombres de la Iglesia a mujeres como yo."


Una vez más, la mujer tiene la culpa de todo, para variar. Pérfidas... si es que van provocando... fíjate que debajo de la ropa van todas desnudas, así ¿cómo no vamos a pecar? Y se quedan tan anchos. El miedo de Floria estaba por desgracia más que justificado y la historia lo confirmó una y otra vez.

"Si Dios existe, que Él os perdone."

Pues eso, que Él os perdone. Y por mi parte, y la de Floria, y la de Hipatia, y la de miles de mujeres, que os den por donde más os duela.

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