domingo, 16 de abril de 2017

Golda Meir

“Para ella el feminismo era simplemente lo que pudiera ayudar a las mujeres, mientras que las reivindicaciones de las feministas radicales no le parecían más que estupideces de cara a la galería”

 
"Golda Meir, madre y reina de Israel", de Ángela Olivares
 

Sólo esa frase ya sería suficiente para que esta increíble mujer me fascinara. He aquí una feminista de verdad, que creyó en la igualdad de oportunidades para hombres y mujeres, que luchó para proteger a su pueblo, que hizo bien su trabajo, que llegó a donde llegó por méritos propios y a quién nadie cuestionó en ningún momento por el hecho de ser mujer. Bueno sí, los ultraortodoxos, pero raro sería que ellos no cuestionaran cualquier cosa… en todo caso, aunque Golda dijo sentirse ofendida por esos comentarios en realidad poco le afectaron. Fue una excelente Ministro de Trabajo, de Exteriores y Primera Ministro, e hizo aquello de lo que nadie más fue capaz: recaudar millones de dólares en EEUU para Israel, en una época en la que Israel no habría podido sobrevivir sin ese dinero. Aunque como buena judía no solamente recaudó, sino que mediante un proceso de inversiones acabó convirtiendo las donaciones en un negocio más que rentable para los propios donantes. Increíble pero cierto, una jugada maestra de inteligencia y política que permitió sobrevivir al país más amenazado del mundo en sus primeros tiempos, y todo gracias al ingenio y al buen hacer de Golda.

“Pero al fin y al cabo ya estaban acostumbrados a vivir en circunstancias semejantes, y nadie en Israel se puso a temblar de miedo.”

Nunca fueron fáciles las cosas para esta judía soviética, nacida en Kiev a finales del siglo XIX. Su familia sufrió la amenaza de los pogromos y tuvo que emigrar a EEUU con lo puesto, pasando hambre y penalidades; ella hubo de enfrentarse a la tradición que le marcaba cual había de ser su destino como mujer porque quiso hacer con su vida cosas completamente diferentes; cuando ya tenía una vida sin privaciones en EEUU se lanzó de cabeza a luchar por la existencia de Israel; cuando ya tuvo a Israel se ocupó como Ministra de Trabajo de dar sustento, empleo y una vida digna a los judíos que acudían de todo el mundo en oleadas a refugiarse allí… y así toda su vida. Cada reto superado la llevaba a otro más importante y más complicado de superar, pero Golda lo hacía una y otra vez.


La joven Golda
Y pagó un alto precio por ello. Su vida familiar se resintió, amó a su marido pero tuvo que pasar casi todo su matrimonio separada de él y viajando por el mundo para hacer su trabajo, y el único autorreproche que se hacía durante toda esa vorágine que fue su vida  era no tener más tiempo para pasar con sus hijos y nietos. Espero que la consolara el saber la enorme cantidad de hijos y nietos que pudieron seguir vivos gracias a ella, porque a Golda Meir se la llama la “madre de Israel” y no sin motivo. Sólo el azar hizo que estuviera presente en la proclamación de independencia de Israel el 14 de mayo de 1948, pero qué injusto hubiera sido el azar de no haberlo hecho posible, porque sin quitar mérito a ninguno de los otros padres fundadores, estoy segura de que si no hubiera existido Golda Meir tampoco habría existido Israel.

La independencia se proclamó deprisa y corriendo, en una sala diminuta con apenas 200 personas presentes y en el mayor de los secretos, porque la guerra que los árabes iban a declarar siete horas después por desgracia ya venía siendo un hecho desde hacía años, y los judíos sabían que no habría un respiro y que la mejor opción para encarar esa guerra era unificar en un ejército legalmente constituido a todos los grupos paramilitares que andaban combatiendo los ataques árabes, cada uno por su cuenta y no pocas veces enfrentándose entre ellos. No era nada fácil esa tarea pero se hizo, y así nació el que sigue siendo el mejor ejército del mundo, el israelí, el Tzahal.



“Eran 650.000 judíos que deberían enfrentarse a cinco ejércitos árabes del exterior y a un millón de árabes que ya estaban dentro, en Palestina. Las perspectivas no eran muy alentadoras, pero una vez más no se oyó a nadie sugerir la posibilidad de dar un paso atrás.”


El Museo de la Independencia, en la actualidad
En mi último viaje a Israel tuve la ocasión de visitar el Museo de la Independencia en Tel Aviv, que no es otra cosa que aquella diminuta sala donde Ben Gurión leyó la Declaración de Independencia. Se ha mantenido tal cual estaba: las sillas de madera, el retrato de Theodor Herlz, las banderas y los micrófonos de hace 70 años. Para el momento de la ceremonia se había contratado a una orquesta que iba a tocar la Hatikva, pero algo pasó con los músicos que no empezaron a tocar cuando debían. No importó, los asistentes la cantaron a capella, declararon la independencia, estrenaron con lágrimas y abrazos su nuevo país, y finalmente la orquesta estuvo lista para que todos volvieran a interpretar con música la Hatikva, la Esperanza, que en ese momento se había convertido en realidad y en el himno oficial de Israel.

Gracias a las nuevas tecnologías tengo un vídeo grabado con un móvil en el que un grupo de los compañeros de viaje cantamos la Hatikva dentro del Museo de la Independencia.  Me emociono cada vez que lo veo y recuerdo lo que significa, me emociono de puro agradecimiento a toda esa gente que lo hizo posible, y a la que lo sigue haciendo posible. No cuelgo aquí el video porque quiero respetar la intimidad de mis compañeros, pero lo guardo como oro en paño y recordaré toda mi vida ese momento.

“My policy is to keep my people alive”

“Mi política es mantener viva a mi gente”

Golda Meir siendo Primer Ministro de Israel, al ser preguntada por las objeciones (de los pro-árabes, cómo no) a su política.

Mi amiga Miren suele contar con mucha emoción que de pequeña, cuando veía a Golda decía que era su abuela. La entiendo perfectamente, yo cuando la veo y sobre todo después de haber leído esta magnífica biografía, siento que Golda Meir fue, y es, y será siempre la abuela de todos.

David Ben Gurion y Golda Meir


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